La mayoría de los sacerdotes son ordenados para una diócesis (región de la Iglesia) en particular, generalmente donde viven. Allí, bajo el liderazgo del obispo, sirven en parroquias y en otros ministerios.

Con los frailes franciscanos es un poco diferente. Nuestro primer y principal compromiso es la hermandad que compartimos como frailes. Vivir el Evangelio juntos en comunidad es el corazón de nuestra vida. Somos como una familia. Somos hombres de verdad y somos católicos de verdad. Somos hermanos. Como tales, estamos muy atentos a escucharnos unos a otros y nuestra toma de decisiones se basa en gran medida en la sabiduría de la comunidad en conjunto.

No estamos restringidos a una diócesis, sino que nos desplazamos principalmente a diversas partes de nuestra región, como el este de los Estados Unidos y Canadá. Los frailes pueden ver gran parte del mundo y compartir momentos increíbles en la vida de las personas. Es un gran privilegio ser fraile; un hermano para todos.

Algunos de nuestros frailes son sacerdotes ordenados en la Iglesia. Otros no. Uno no es mejor que el otro. Es más bien una cuestión de la llamada de Dios para nosotros. Los frailes pueden ser sacerdotes, hermanos religiosos y, como tales, pueden enseñar en escuelas, servir como trabajadores sociales o consejeros, ser pastores en una parroquia, trabajar en la evangelización. No hay límite a lo que los frailes pueden hacer.

Si te sientes llamado al ministerio ordenado en la iglesia, o al menos estás considerando esa posibilidad, debes hablarlo con un director espiritual de confianza para que te ayude a discernir ese llamado. Te invitamos a venir y hablar con uno de los frailes.